viernes, 18 de mayo de 2012

Otra vuelta de tuerca. James Henry

Nota previa: las imágenes son de Iban Barrenetxea en una edición de Otra vuelta de tuerca, que publica Biblioteca Teide.



Otra vuelta de tuerca ha pasado a la historia de la literatura como una historia de fantasmas, sin embargo, es, tal vez, una historia psicológica, de miedos y obsesiones. Una institutriz acude a un castillo para hacerse cargo de la educación de dos hermanos huérfanos que han quedado al cuidado de un descuidado tío quién paga la educación y el mantenimiento del inmueble y del personal laboral, pero que pide no ser molestado bajo ningún concepto.



Al cerrar el libro solo podemos recordar aquella Alicia de Los renglones torcidos de dios del ínclito Torcuato Luca, quien nos ponía al lector en el interrogante y, porqué no decirlo, en el compromiso de decidir nosostros los lectores quién decía la verdad y quién la mentira; quién era el cuerdo y quién el loco.



Al final de Otra vuelta de tuerca, podemos dudar de la existencia real de los fantasmas, pueso nadie los vió salvo la institutriz... porque los niños, niños son, y como tales, saben mentir aunque siempre digan la verdad...

No, no es una historia de fantasmas el relato de James Henry... es una historia de soledad, de miedo, de ausencias, de esperanzas, de lágrimas, pero sobretodo, es un relato de valentía.

Recientemente vi la película Un juego peligroso y podría hacer una nueva asociación... o mejor dicho, una interpretación freudiana ... la institutriz (o me falla la memoria, o nunca se menciona su nombre...) podría ser Sabina, y así, con sus miedos y traumas infantiles o juveniles, no ha matado al padre y busca al amado en ese jefe que nunca ha visto y por ello le magnifica y le crea a su imagen y semejanza siendo Miles, el sobrino, un espejo que refleja la imagen de la cual cree estar enamorada.

Pero los niños son, a veces, muy suyos, y Miles nunca habla, nunca dice qué piensa, qué ha escuchado, qué ha hecho ... o ...

Qué ha visto ...  



Himno a la belleza intelectual de Percy Bysshe Shelley.

"De niño yo buscaba fantasmas y corría con paso temeroso por salas rumorosas y ruinas y cavernas y bosques constelados en pos de la ocasión de hablar con los que han muerto. Los llamé por los nombres que en la niñez nos dictan; me respondió el silecio y no vi a nadie. Mientras pensaba en el destino humano, a esa dulce hora en que el viento corteja a todo ser viviente que despierta propagando mensajes de brotes y pájaros, de repente tu sombra cayó sobre mi espíritu; de un chillido y mis manos se unieron en el éxtasis".

2 comentarios:

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Pues ahora que usted lo dice, es acertada esa comparación con la Alicia de Los renglones torcidos de Dios.
Es lo bueno que tiene la literatura, o cualquier otro documento cultural, que mientras leemos las lecturas pasadas o películas vistas hacen orgía por su cuenta, en feliz comunión.

Hilvanes y Retales dijo...

Un hilo de Aracne, jejeje...