" En una ocasión, Stella Bowen conoció a un poeta en Montparnasse que había sufrido una depresión nerviosa y había sido recluido en una clínica. Cuando le dieron el alta, vivía en un cuarto que daba a una calle en la que había una panadería. El poeta fechaba su curación en el momento en que, asomado a una calle a la ventana, vio a una mujer que entraba a comprar pan. Sintió, le dijo a Bowen, "una envidia indescriptible del interés con que ella elegía una hogaza" " .
El perfeccionista en el cocina.
Julian Barnes
2 comentarios:
La ilusión por las cosas pequeñas, por nimias que sean, es lo que nos hace seguir viviendo, la gran maravilla del mundo no está en la conquista de un continente, pero sí puede encontrarse en el aroma del café recien hecho, o en la fragancia de la tierra húmeda al caer las primeras gotas de lluvia.
Hay que saber hacerse niños, para que esto suceda, la capacidad de sorpresa e ilusión no la tiene la gente que mata a su niño interior.
Y el olor del pan recien hecho? Cuantas cosas superan esa sensacián tan agradable?
Yo creo que es el principio del final de aquellas personas que no quieren a su niño interior. Aunque también las hay que, probablemente, nacieron sin ese niño interior.
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