No tengo casa a la que volver
ni esperanza de la que colgarme
por eso camino.
Las casas se derrumban a mi paso
la tierra es una alfombra de escombros.
Me detengo a admirar la belleza de las palas mecánicas
los movimientos de las excavadoras me erizan de deseo.
De noche las contemplo:
los perfiles inmóviles de las palas
descansando sobre el cielo azul cobalto
al lado de la luna de luz nacarada
son aún más hermosos que los brazos de los hombres que las manipulan
y las excavadoras
con sus enormes bocas abiertas y llenas todavía
de tierra y escombros
parecen enormes animales muertos.
Mis padres me enseñaron a no tener nunca nada.
Ellos me enseñaron a no volver nunca a casa
a no decir nunca esta casa es mía
aquí me quedo yo
en este lugar que amo.
Cierro la puerta y no necesito mirar atrás para saber
que la casa ya no existe más.
En ninguna parte sin hablar con nadie estoy
pero si nos cruzamos
puedo enseñarte a caminar sonriente sobre la desolación.
3 comentarios:
¡Joder (con perdón), qué hermoso poema!
«...caminar sonriente sobre la desolación...» uffff
Gracias...
Jajaja!!! Cuánto vales Joseba!!!! Estoy descubriendo a Miriam Reyes y es IMPRESIONANTE. Recomiendo sus libros: Bella Durmiente y Espejo negro.
Conocí a Miriam Reyes a través de Lourdes, del blog Cajón de Sastre, y me gustó su poesía, la desconocía. Que bien verla también aquí.
Sin embargo, tiene poemas muy fuertes, tristes, como éste. Pero bueno, eso no le quita su belleza.
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