jueves, 29 de mayo de 2008

El aire no existía

Se alzó un muro de cristal que impedía mis pasos.

Un día, sin más, Estaba ahí.

Era un laberinto que comenzó a rodearme.

Era de cristal y no podía verlo.

Silencioso. Silente. Hiriente.

Clavando su presencia en mi sangre.

Y arranqué mi piel y dejé que el muro

Siguiera ahí, de pie. Silencioso.

Clavándose en mi alma. Y yo moría.

Era de cristal y no podía verlo.

Como una serpiente que estrangula

El aire no existía.

Y en la primavera brotó

La semilla en otoño germinada.

La Flor de pétalos con espinas

Arañó el duro cristal

Y la tierra húmeda se calaba ente las hendiduras

Y la tierra dormitaba en su regazo

Quebrándolo y,

Como carne de hombre cruel

Que se vuelve frío en la verdad de la noche;

El muro de cristal ,

Que nunca llegué a ver, cayó como polvo

Dejando días habitables.

2 comentarios:

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Querida Apple, mucho tiempo llevo leyéndote, y por fin me atrevo a decirte algo:
Hermosísimo poema, que recuerda a Muros, de Cavafis. Sin embargo, el tuyo es más esperanzador.
Me gusta.

Hilvanes y Retales dijo...

Bienvenido a mi cuarto de atrás, Príncipe. Espero tus visitas, aquí el café se sirve a las seis. O si prefieres té, también.


"Sin consideración, sin piedad, sin vergüenza
han construido grandes y altos muros en torno a mí.
Y ahora estoy sentado aquí, desesperando.
no pienso en nada más: este destino roe mi mente;
pues tenía mucho que hacer afuera.
¿Y por qué no los vi cuando levantaban los muros?
Pero nunca escuché el ruido o sonido de los constructores.
Imperceptiblemente me encerraron, fuera del mundo.