martes, 8 de abril de 2008

Lady L.


“Porque aquellos días ya no se incomodaba nadie si se hablaba de dinero en presencia de las damas. Antaño, uno no se preocupaba por el dinero: se tenía, o se contraían deudas. Ahora, cada vez se tendía más a considerar a las mujeres iguales a los hombres: los hombres se habían emancipado. Las mujeres habían dejado de reinar. Incluso la prostitución estaba prohibida. Nadie sabía guardar las formas: con suerte no le traían a uno americanos a comer. En su juventud, los americanos sencillamente no existían: aún no los habían descubierto. Se podía leer el Times años enteros sin encontrar otra cosa que algún reportaje de un explorador a su regreso de Estados Unidos”.

“ ... solo había tres fuentes de claridad que iluminaban el mundo, aparte del sol, y que todo ciudadano, hombre, mujer o niño, debía aprender a vivir y morir por ellas: la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad”.

En el día de su cumpleaños, Lady L., coge del brazo a su amigo Percy Rodiner, y le relata la historia de su vida, sin ocultar ningún detalle. Durante todo el relato, Rodiner, permanece boquiabierto ante los hechos que jamás habría podido imaginar que su amiga Annette, podría haber vivido.

Annette, hija de una lavandera y de un anarquista, tuvo una infancia donde su padre le daba lecciones sobre la verdad de la humanidad mientras su madre lavaba la ropa ajena para poder sobrevivir. “La visión de una joven esperando tranquilamente a un cliente junto a un muro le parecía infinitamente menos ofensiva que la de su madre inclinada sobre las sábanas sucias de la humanidad”. Tras el fallecimiento de su madre, Annette, se ve obligada a tomar el trabajo de su madre para su propia subsistencia y la de su padre, hasta que un día decide que le odia y le abandona a su suerte. Pero la suerte le esperaba tras la muerte.

Annette se enamora de Armand, anarquista como su padre y enamorado de la humanidad. Annette odia a esa humanidad contra quien no puede luchar. Curiosamente, también Armand dependerá económicamente de ella, como tiempo atrás su padre. Y termina viéndose obligada a tomar, nuevamente, una "extraña" decisión.





1 comentario:

Joseba M. dijo...

«Las sábanas sucias de la humanidad»
Me encanta. Refleja tanta crudeza...
Un abrazo.