martes, 7 de agosto de 2007

La ciudad menos conservadora del mundo.



" Madrid tiene una historia que no se ve, que no se exhibe. Casi podría decirse que ella misma, la ciudad, se autodestruye y se oculta para que ningún historiador descubra sus huellas. Trabajo le mando al que las quiera exhumar. Labor de arqueólogo siempre desorientado, siempre burlado, la del historiador que quiera agarrar, con las pocas piedras no removidas que quedan en pie, el espíritu guasón, huidizo, evanescente e híbrido de la ciudad menos conservadora y engolada del muno, la menos racista también. A nadie se le pregunta por dónde se ha colado, qué viene a hacer aquí, y todos somos de Mardi sin serlo, nos hacemos amigos buscando un acomodo, un rastro, un local que estaba hace poco en esta misma esquina. Ciudad que juega al escondite, que mezcla y fragamenta sus leyendas y mitos, camuflándolos bajo el incesante acarreo de material nuevo, aluvión de estratos, nuevo lenguaje, nuevas ropas, nuevas paredes, gentes nuevas en busca de asentamienot provisional, nuevas tiendas y bares, una fuente donde hubo un paso elevado, letreros a los que indefectiblemente se les ha caído una letra, estatuas que cambian de sitio y nunca están en el que les corresponde, ciudad siempre reciente que vuelve a cubrir lo que destapa y a destapar lo que cubrió, posada de provincianos que ya son madrileños a los dos meses, caleidoscopio, río de mercurio. En Madrid nadie se echa a la calle para ver monumentos, sino para estar en ella, para mezclarse en una misma placita, al atardecer, con jóvenes ojerosos que se intercambian sustancias; niños que han bajado a montar en bicicleta y mujeres entrevistas al fondo de un balcón de entresuelo con tiestos de geranios y visillos de encaje.
Madrid no se respeta a sí misma, no se da aires, no se toma en serio las lápidas. Ver Madrid no es "saber cosas de Madrid", es simple y llanamente echarse a la calle. De ella te viene el miedo, y ella misma te lo hace perder, como te hacer perder el rumbo y la identidad y el autobús, ante un corrillo de gente que se ha parado a mirar algo que nunca queda del todo explicado, manifestación, reyerta, accidente, chalaneo, procesión o entierro. NOs disculpamos diciendo que es una ciudad fea, cuando no sabemos dónde llevar al provinciano o al extranjero que llega con su cámara, fascinado de antemano por esa aura rara e inaprensivle que se desprendía del relato de algún amigo captado precisamente por el desarraigo de todo lo movedizo y transitorio, por el abrazo maternal de lo que no lleva etiqueta. Pero al final del paseo nos pedirá que le hagamos un sitio, que él también se quiere quedar en Madrid. Que nos explique por qué, si puede. Trabajo le mando"

Tirando del Hilo
Carmen Martín Gaite

2 comentarios:

El Alde dijo...

No conocía este texto, pero me ha encantado la visión de Madrid. De Gaite solo conozco Caperucita en Manhattan, me lo mandaron leer en la época de instituto y me fascinó su visión de Nueva York, y su reinterpretación de Caperucita. Sin duda tendré que leer algo más de Gaite.

Tiene mucha razón lo que dice el texto. A mí lo que más me gusta de Madrid es pasear, simplemente eso, por sus grandes calles comerciales, la castellana, la calle alcalá. Estar en la Playa Mayor, la Puerta del Sol y la Calle Preciados, en mi querida Cuesta de Moyano. Sentarse en un banco bajo los inmenos árboles del Paseo del Prado que nos quería arrebatar. Siento Madrid como si fuera mi novia, es una complicidad la que siento por la ciudad que difícilmente podría explicar, pero me gusta. A eso hay que sumarle todos los monumentos increíbles que hay, los museos. Pero sin duda me quedo con el pasear por toda su ciudad, por todos sus lugares, es un ejercicio muy sano y muy recomendable. Me molesta mucho cuando se intenta menospreciar a esta ciudad diciendo que Barcelona es mejor. Sí, Barcelona es preciosa, pero yo que me quedo con Madrid, una ciudad que nunca duerme, una colmena donde cada uno lleva un rol, donde cada uno ocupa un lugar imprescindible en la sociedad que la conforma. Simple y llanamente, es Madrid.

Un abrazo

Hilvanes y Retales dijo...

Que hermosa tu opinión sobre Madrid. Yo vivo donde una vez quise vivir. Y cuando siento que Mérida huele a lo que más me gusta, a lluvia, creo que estoy donde tengo que estar. Y los paseos por el río, es curioso, yo digo que estoy enamorada de él. Igual los pueblos y ciudades se construyen paseando sus calles. Besos Mil