miércoles, 7 de marzo de 2012

El disputado voto del señor Cayo. Miguel Delibes.

Para poder ver Cinco horas con Mario, con Natalia Millán, quien no debe tener miedo a las comparaciones con su predecesora, Lola Herrera, ya que está fantástica en el papel de Carmen Sotillo, espectacular; decía, para poder ver la obra de teatro, acometí su lectura con el pensamiento puesto en El disputado voto... ya que siempre quise leer este libro tras la película con Iñaki Miramon, un actor que me gusta mucho.

Es curioso, pero siempre que voy al teatro voy con la misma sensación, una especie de ilusión y emoción, como un niño que va al circo por primera vez. Iba terminando la lectura y Repetto me preguntaba por el seiscientos, ¿lo compraron ya? o cuando le decía que no me daba tiempo a terminar el libro para el día de la obra, él respondía, ¿te cuento el final?.

El final de Cinco horas está en el principio, y Natalia nos sorprendió a todos... pese al mal gusto del público de no levantarse...

Cinco horas con Mario siempre me había parecido una obra para su lectura en la madurez, al contrario que El tesoro o El Camino, lecturas de juventud.

El disputado voto del Señor Cayo está en la línea de estas últimas obras.

Si existía un mundo en extinción allá por las primeras elecciones de la joven democracia española, ese mundo ha desaparecido.

Hubo un tiempo donde las diferencias entre el mundo rural y el de las grandes ciudades era doloroso porque el medio rural aparecía como algo del submundo, algo alejado de la realidad, algo inferior en la escala de la evolución demográfica, o de la especie. El tiempo ha demostrado a la gran ciudad que primero fue el pueblo, y luego ella. Ahora todos quieren ir a la casa rural de moda buscando el aire libre y puro, ese aire que ya tampoco existe porque está contaminado, como el agua que bebemos y el pescado que comemos porque díganme que parte del mar no ha sido contaminado por vertido de fuel. Pero también es cierto que el tiempo ha demostrado que unos y otros, acomodados en la evolución de la especie, se han dado al consumo como el que se da a la bebida, con la consiguiente destrucción del mundo rural (marítimo, pesquero y minero)

Sí, el mundo rural, o así lo entiendo yo, está en extinción (por no darlo ya por perdido) porque sus habitantes se han convertidos en imitadores de lo urbano. La imitación algo natural. El camaleón, para defenserse del medio, se adapta, lo cual es una imitación. Luego vino La Gioconda, que también fue imitada, aunque no sepamos cual de las dos fue la primera.

Y como todos hemos evolucionado, si Delibes escribiera una renovada versión del Disputado voto del Señor Cayo, el título bien podría ser El financiado voto de Don Borja Sánchez y de Gutiérrez (y me quedo corto), viajarían en un Audi A6 mientras escuchan a Bisbal porque es la última moda y no comerían una trucha del río de la zona, sino una trucha manipulada genéticamente y proveniente de la lejana China, porque todo proviene de la China, o de la India, o, serían de una piscifactoría ubicada en Almaraz pero que, según el envoltorio, ha pasado el producto los miles de controles de calidad, tanto las españolas como las comunitarias.

No olvido que Delibes también se hizo eco de la lucha por la igualdad de la mujer, tampoco me olvido del reciente informe de la Real Academia de la Lengua quien ha decidido llamar la atención a las guías de lenguaje no sexista. Tampoco olvido una frase, muy buena, buenísima, cuando el señor Cayo, pregunta:


                            ¿Es que también va usted ahora a quitarme de trabajar?


Ahy, si el Señor Cayo levantara la cabeza …



1 comentario:

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

¡Ay con el seiscientos!
El profesor que teníamos en COU, que admiraba y nos comentaba literariamente Twin Peaks, decía que nos explicaba 5 horas con Mario porque estaba en el plan de estudios, que si no ... que todo el día con el seiscientos y tal ... A mí sin embargo me gustó mucho, y ver la obra representada debe ser un lujo.
El disputado voto del señor Cayo lo leí en una tarde hace ya años, y luego ví la peli, y yo me preguntaba, ¿y por qué no manda el sr. Cayo a hacer puñetas a todos ya de una vez?