Un inglés llamado Anthony Whitelands llega a bordo de un tren al Madrid convulso de la primavera de 1936. Deberá autenticar un cuadro desconocido, perteneciente a un amigo de José Antonio Primo de Rivera, cuyo valor económico puede resultar determinante para favorecer un cambio político crucial en la historia de España. Turbulentos amores con mujeres de distintas clases sociales distraen al crítico de arte sin darle tiempo a calibrar cómo se van multiplicando sus perseguidores: policías, diplomáticos, políticos y espías, en una atmósfera de conspiración y de algarada.
Las excepcionales dotes narrativas de Eduardo Mendoza combinan a la perfección la gravedad de los sucesos narrados con la presencia, muy sutil, de su conocido sentido del humor, ya que toda tragedia es también parte de la comedia humana.
Todo lo anterior, es cuanto aparece en la contraportada de la primera edición de Riña de Gatos. Madrid 1936 de Eduardo Mendoza.
Mendoza, a quien leo desde los 15 años tras regalarme mi prima M.D. El laberinto de las aceitunas, libro que me gustó y presté mucho. A este primer libro siguió El misterio de la cripta embrujada, esta vez, el libro era lectura obligatoria de mi hermana y siguió, también lectura obligatoria de mi hermana en el instituto, Sin noticias de Gurb.
En una colección de RBA, cuando editaban a buen precio y mejor formato que el actual, me hice con La ciudad de las maravillas. Al abandonar las oposiciones, un día me perdí y los ahorros que tenía los invertí en una librería que hoy ya no existe, Una comedia ligera y La verdad sobre el caso Savolta.
Los ultimos, El misterio de tocador de señoras, Maurico o las últimas elecciones, tres vidas de santos, El asombroso viaje de Pomponio Flato...
¿Olvido algún libro? Puede ser.
Esto no quiere decir que todo aquel escritor que mi prima me regalara yo lo leyera como si fuera una religión, Isabel Allende no me gustó.
Anthony Whitelands, de 34 años, llega a España en marzo de 1936, para tasar las obras de arte de Don Álvaro del Valle y Salomero, Duque de la Igualada.
Anthony zascandilea por Madrid, unas veces perdido, otras huyendo, la mayor parte del tiempo despistado ya que desconoce cuanto se hurde a sus espaldas.
La colección de arte a tasar no tiene gran valor y causa decepción en Anthony quien, experto en el Siglo de Oro español, se encuentra ante cuadros del siglo XIX. Sin embargo, la bella Paquita, le tiene guardado una sorpresa.
En el sótano del palaceta de la familia del Valle se esconde un Velazquez que nunca ha visto la luz y que nunca la verá. Aquí diría como en el anterior post, me remito para desvelar el misterio a la lectura del libro, pero dicho misterio ya fue resuelto por El País, en el artículo titulado Un cuadro de Goya por José Carlos Mainer.
Cuadros de Goya no aparecen ninguno en el libro. No sé el título, será por los fusilamientos.
Hecho en falta en el libro la no participación de artistas de la época y que frecuentaban el Madrid de 1933. Lorca tal vez no, porque del 1933 al 1934 estuvo en Nueva York. Este poeta solo aparece mencionado cuando, tras visitar una tasca donde acuden peñas taurinas, Anthony recuerda haber visto a Ignacio Sánchez Mejías en una de sus visitas anteriores a la ciudad y haber leido despues el famoso poema de Lorca, que traducido al inglés pierde pasión e interés.
Tampoco proliferan en exceso los personajes políticos de la época. José Antonio Primo de Rivera, Marqués de Stella, es amigo de la familia del Valle y enamorado de la hija mayor, Paquita; cuyos amores no llegaron a término porque Don Alvaro, imaginando el futuro del apuesto joven y de la propia España, se opuso.
Queipo de Llano y Francisco Franco, quienes acuden al palacete de Don Álvaro, y cuyas identidades tratan de ser ocultadas.
Azaña.
Niceto Alcalá-Zamora.
Como ya afirmó tras ganar el Planeta Eduardo Mendoza, Riña de gatos no es una novela histórica. Y todo ello a pesar de los fantásticos diálogos sobre arte y política que se suceden a lo largo de toda la novela.
El libro abre y cierra con el cuadro La muerte de Acteón, metáfora de lo que los hijos de España harán consigo mismos: comerse vivos.
En el tren que trae a Anthony a España, como preludio de las revueltas y rencillas callejeras, presencia la siguiente conversación entre un republicano y un sacerdote, bastante curioso:
"El republicano señaló al cura con el pulgar y dijo:
- Aquí, sin ir más lejos, tiene usted un ejemplo de lo que le venía diciendo. Hasta hace cuatro días, éstos hacían y deshacíann a su antojo. Hoy viven de prestado y a la que se desmanden los corremos a boinazos. ¿O no es así, padre?
El cura cruzó las manos sobre el regazo y miró de hito en hito al viajero.
- Rie mejor el que ríe el último- Respondió sin amedrentarse.
El inglés los dejó enzarzados en un duelo de dichos y paráfrasis. Lento y monótono, el tren seguía su camino por una llanura desolada dejando una gruesa columna de humo en el aire puro y cristalino del invierno meseteño. Antes de volverse a dormir oyó argumentar al republicano:
- Mire, padre, la gente no quema iglesias y conventos sin ton ni son. Nunca han quemado una taberna, un hospital ni una plaza de toros. Si en el toda España el pueblo elige quemar iglesias, con lo que cuesta de prender, por algo será. "
3 comentarios:
Me gusta mucho el mito de Acteón, y cuando termine el comentario le regalaré un fragmento de Las Metamorfosis de Ovidio.
Lo único que me disgusta de Eduardo Mendoza es que un día proclamara el fin de la novela. Sin embargo todo es perdonable, y más por un tipo de sabia narración y fina ironía, que hace estallar la carcajada en esos arrebatos de humor puro.
Me parece fascinante esa trama y esa construcción novelesca enriquecida con diálogos artísticos. Así que pondré esta novela en la lista de espera de lecturas pendientes.
De Mendoza sólo he leído novela de humor: Gurb, Cripta Embrujada, Pomponio, Laberinto ...
Dicen que la mejor es La ciudad de los prodigios, así que esta de Riña de Gatos y La ciudad de los prodigios mantendrán un duelo por ser la primera para mis ojos golosos.
Terminó la Navidad, terminaron los excesos, pero no terminarán estas ansias de celebración constante.
Verificación de la palabra: pringlis. Anda, que ...
"El color que suelen tener las nuebes cuando las hiere el sol de frente, o la aurora arrebolada, es el que tenía Diana al sentirse vista sin ropa. Aunque a su alrededor se apiñaba la multitud de sus compañeras, todavía se apartó ella a un lado, volvió atrás la cabeza, y como hubiera querido tener a mano sus flechas, echó mano a lo que tenía, el agua, regó con ella el rostro del hombre, y derramando sobre sus cabellos el líquido vengador, pronunció además estas palabras que anunciaban la inminente catástrofe: Ahora te está permitido contar que me has visto desnuda, si es que puedes contarlo", "Las metamorfosis", Ovidio.
El mito de Acteón, a mi más que gustarme, me da miedo: que te coman por ver desnuda a una diosa a pesar de haber sido dicha visión obra de la casualidad...Lo cual nos lleva a pensar que quien tiene el poder en sus manos hace y deshace a su antojo.
O se refiere usted al cuadro de Tiziano?
Mendoza es el padre del modernismo literario, por ello puede decir cosas tremendistas ya que es un genio, leáse a tales efectos El misterio del caso Savolta.
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