a golpes de estallido amortiguado,
efímero y aleve.
¿Quién y a dónde se lleva los fragmentos?
Me despierto en un bosque sin senderos.
El rumor de los pasos
era mi única guía
y el cuenco de mis manos apretadas
el cofre de aquel sueño.
Me despierto en un bosque enmarañado
con las manos vacías,
sin tesoro ni brújula,
sin saber por qué ruta
huyeron los ladrones,
si los hubo siquiera.
Porque —ay— en este bosque,
huérfano de señales y senderos,
tampoco existe el eco
y no sé si la voz que enhebra esta canción
es o no verdadera.
Carmen Martín Gaite
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