martes, 6 de noviembre de 2007

La Regenta.

Leí la Regenta con las prisas que caracterizan a los adolescentes, y creo que me perdí gran parte de la novela. Recuerdo levente a Ana Ozores. Recuerdo levemente sus amores, sus quemores, sus contrariedades. Lo imposible. Lo deseable. Lo soñable. La realidad que nos inunda sin posibilidad de cruzarla a nado. Está dentro de mis próximas lecturas. Espero no tardar mucho. Mientras, me consuela llegar a cafés como los de antes, donde te puedes sentar a respirar y a leer. Y a tomar un café en buena compañía. Y que mejor compañía que Salamanca, su plaza, soñar que Unamuno estuvo allí, en la Regenta, o en otro café cualquiera, y yo también.

"La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles. Cual turbas de pilluelos, aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo se juntaban en un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles, otras hasta los carteles de papel mal pegado a las esquinas, y había pluma que llegaba a un tercer piso, y arenilla que se incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un escaparate, agarrada a un plomo".

5 comentarios:

Magda Díaz Morales dijo...

La regenta es un novelón, de lo mejor del XIX. Que dificil decir que su tema es el amor, los tríangulos amorosos, la diferencia de edades de la pareja, el retrato social de España de esos años, y etc., etc. Creo que es tantas cosas inabarcables y espléndidas.

Que bellísima portada.

Anónimo dijo...

Hablar de La Regenta es, efectivamente, hablar de las pasiones humanas, con las que, si bien con la debida distancia, todo el mundo, o casi todo el mundo, se ha podido identificar en algún momento de su vida...
Tal y como Hilvanes dice, leer esta obra por obligación académica deja un regusto extraño e impide apreciar cada matiz y cada faceta de unos personajes tridimensionados (o tetra, o pente...). Me quedaré, no obstante, con tres pasajes: aquel en que el Magistral sube las escaleras del campanario, por el "frufrú" de sotanas rozando el relieve de las piedras, que se me hace familiar de alguna manera; aquel otro en que éste sale asalvajado en busca de Ana en una tormenta dominado por los celos, por la locura que todos hemos compartido alguna vez; y aquel otro final, cuando ella va a confesarse... con el final que todos conocemos. Soberbio.
En fin, un magnífico tejido.
Orbn Ces.-

Hilvanes y Retales dijo...

Cierto Magda, La Regenta es algo más que una novela de amor. Con razón Clarín presumía de haber escrito un gran libro en dos años y con apenas treinta años.
Orbn Ces, has descrito perfectamente la atmósfera de la Regenta. Ah!! con el fru fru me has traido hasta al presente el olor de ese viejo Oviedo que Clarín ocultaba tras Vetusta. Soberbio. Esa es la palabra para La Regenta, lectura que voy a emprender esta ya noche por fin. Y digo por fin porque creo que ahora tengo el poso que no tuve a los 16 años.

Besos Mil

lourdes dijo...

Sí, es una novela para leerla con poso. Hace poco que la terminé y me gustaron ciertas frases y descripciones muy lucidas:
"... solemmnidad del aburrimiento heredado...".
"... desde el charco de su embriaguez lastimosa...".
Es curioso que Paul Valéry dijera que su mente no estaba hecha para las novelas tradicionales, ya que las grandes escenas de éstas, las cóleras, las pasiones, los momentos trágicos, lejos de exaltarle, le llegaban como destellos miserables, estados rudimentarios donde todas las estupideces andan sueltas, donde el ser se simplifica hasta la tontería.

Saludos

Hilvanes y Retales dijo...

Y, aunque algo de razón no le falte a Valéry, ya que a veces los humanos tendemos a ridiculizarnos, las grandes obras suelen estas. EStaba haciendo ahora memoria en qué novela se rompió esta tradición. Quiero decir, ya no se escriben novelas como la Regenta, Fortunata y Jacinta, Tormento, Cien años de soledad. ESte tipo de escritura parece haberse olvidado. Supongo que seremos las generaciones que avanzamos como el lenguaje, para no estancarnos. Que ya les pasó a los Egipcios que en 3.000 años no evolucionaron y los romanos se hicieron los dueños. Adaptación al medio. Besos.