miércoles, 5 de septiembre de 2007

El alma de la ciudad


“Y digo yo – intervino el mercader con rostro perplejo y gesto casi infantil- ¿Por qué nos manda Dios a este mundo, si sabe bien en su sabiduría eterna que aquí nos acechan el pecado y la desdicha? ¿A qué crearnos para la vida si hemos de morir? ¿Por qué permite que nos acose el tentador? ¿Por qué nos deja pecar? ¿Qué gana con nuestro mal? “

Comparo habitualmente el estilo claro y conciso y libre de artificios de Sánchez Adalid con el de Galdós. Y no me da miedo esta comparación entre un escritor actual que aún tiene que rendirse ante los pies sin piedad de la posteridad y a la criba que la historia hará por su propia cuenta y riesgo, como tampoco por el abismo que puede haber entre cualquier escritor actual (y no actual) y el maestro Galdós.

Caracteriza a Adalid su estilo sencillo, tramas que dentro del todo revelan una compleja historia hilvanada poco a poco, como al final resulta ser la vida, un tejido de hilos cosidos con las agujas del tiempo; son vidas llenas de contradicciones, personajes vapuleados, caídos y levantados una y mil veces más y siempre aprendiendo lo que la vida nos oculta o nos depara; personajes llenos de fe que luchan contra los vicios y placeres y contra la tentación, contra sí mismos, contra el destino, destino que al final se revela como el final grato que todos deseamos.

Admiro la valentía de Sánchez Adalid por traernos la historia de Extremadura, por recuperar personajes que la historia los había tragado. Por arriesgar. Porque hablar de la historia, especialmente de la extremeña, es ser muy valiente máxime en días como los nuestros donde prima hablar de otras cosas. “Sí, pero hay quienes emplean los dineros en asuntos livianos y se le escapan las ganancias como mercurio entre los dedos. Sin embargo, otros libro a libro, gota a gota, consiguen llenar la ánfora amable de sabiduría y después dedican la vida a beberla sorbo a sorbo. Pues una biblioteca, como el buen vino, debe ir ganando con el tiempo”.

¿Cuántos españoles saben que el mantel de la última cena se encuentra en la catedral de Coria? ¿Cuántos extremos los saben? Yo no lo sabía. Y asombrada me hallo. ¿Cómo es posible que se guarde tal reliquia y pase desapercibida? ¿Por qué la sábana santa sí se le rinde pleitesía y se ha explotado su existencia convirtiendo Turín en centro de peregrinación?

NOTA: Cuando presto un libro de Sánchez Adálid recuerdo aquello de Jardiel Poncela que escribía en Amor se escribe sin hache, ¿por qué será que nadie me los devuelve? --------“Lector, lectora, algunos autores te ruegan que no prestes sus libros a nadie, porque, prestándolos, pones a tus amigos en condiciones de que no necesiten comprarlos, con lo cual el escritor sale perjudicado en sus intereses. Yo, que tengo los mismos intereses que los demás autores, te ruego todo lo contrario, esto es: que prestes en cuanto lo leas el presente libro. Como la persona a quien se lo dejes no te lo devolverá, tú te apresurarás a comprar otro ejemplar inmediatamente. También ese segundo ejemplar debes prestarlo y adquirir un tercero y prestarlo; y adquirir otro más y prestarlo también...”

1 comentario:

El Alde dijo...

Hola hola hilvanes. Ya estoy listo para Intimidad, lo empezaré mañana, si a tí te viene bien.

Un abrazo