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Yes I have not bananas
by
Enrique Jardiel Poncela, 1953
A la una y media de la madrugada —meridiano de Greenwich—, a
esa hora febril para las grandes ciudades en que tanto se intensifica en los
cafés el resplandor de las lámparas eléctricas y la demanda de chocolates
con picatostes, Palmera Suaretti, la primera "vedette" del Teatro de la
Revista (Gran Avenida, número 5. Hay telón metálico), se retiraba a su
domicilio en el "dieciséis cilindros" del marqués del Corcel de Santiago.
En realidad acaso no pueda decirse con excesiva certeza que fuese
la una y media en punto.
Entra en lo posible que hubieran dado ya las dos o las dos y
cuarto...
O tal vez estaban muy próximas las tres de la madrugada...
O quizás era ya más de las tres...
Pero desde luego tampoco sería aventurado afirmar que hubiesen
dado las cuatro.
Las primeras vedettes no acuden puntualmente a ningún sitio, pues
todas las cantidades de puntualidad de que les proveyera la Naturaleza al
nacer, las consumen en sus salidas a escena y en sus peloteras con el
empresario. Y mientras es éste el que fija el horario de las primeras, son
ellas mismas las que le fijan al empresario el horario de las segundas.
Al detenerse el auto, Adelita, la doncella, saltó a tierra y se
apresuró a abrir la portezuela correspondiente al lado derecho.
El sereno —Melecio López, superviviente del Barranco del Lobo y
de más de cuatro mil borracheras de monóvar— estaba ya habituado al
regreso de la señorita Suaretti, regreso que se verificaba todas las noches
del año a la misma hora, qué nunca nos atreveremos a fijar exactamente, y
acudió presuroso, con ese gesto de matón andaluz que va a sacar la faca,
tan peculiar de los serenos.
Enrique Jardiel Poncela
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