jueves, 9 de junio de 2011

Kafka.

"9 de octubre. Si llego a los cuarenta años, probablemente me casaré con una chica ya mayor, de dientes superiores salidos, algo descubiertos por el labio de arriba. Los incisivos superiores de la señorita K., que estuvo en París y en Londres, se montan el uno sobre el otro, como unas piernas que se cruzan levemente a la altura de las rodillas. Pero difícilmente llegaré a los cuarenta; así lo indica, por ejemplo, la tensión que se me pone a menudo en la mitad izquierda del cráneo; la siento como una lepra interna que, si prescindo de los aspectos desagradables y me limito a observar, me produce la misma impresión que cuando veo la sección transversal del cráneo en los libros escolares, o una disección casi indolora, en vivo, en la que el cuchillo, un poco refrescante, cauto, que se detiene y retrocede a menudo, y que a veces descansa, va cortando membranas finas como el papel muy cerca de sectores del cerebro en plena actividad.»

Me topo sin querer con Kafka una vez al día desde hace una semana. Primero fue el libro de Calaso, K. Luego, en consecuencia, el Castillo y el Proceso. Luego, buscando, encuentro los Diarios y encuentro las cartas a Milena ...

Kafka odiaba la letra K, que tanto se repite en sus escritos llegando a ser incluso un personaje más de sus novelas ... creo que tenía problemas a la hora de escribir susodicha letra ...



«5 de Noviembre (…) Me doy a mí mismo la explicación de que tengo demasiado poco tiempo y tranquilidad para extraer de mí, en su totalidad, las posibilidades de mi talento. De ahí que únicamente salgan a la luz unos esbozos inconexos que llenan, por ejemplo, todo el cuento del automóvil. Si alguna vez lograse acabar un todo de proporciones mayores, bien estructurado del principio al fin, entonces el relato nunca podría desprenderse definitivamente de mí, y yo podría escuchar su lectura tranquilo y con los ojos abiertos, como el consanguíneo de una narración llena de salud; pero ahora cada pedazo de la historia deambula sin patria y me empuja a mí en dirección opuesta. — Y aún puedo darme por satisfecho si esta explicación es cierta.»

3 comentarios:

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Kafka es todo un ejemplo: literato puro sin pretensiones. Es el Van Gogh de la Literatura, Van Gogh no vendió un cuadro, según parece, y hoy es todo un movimiento.
Lo mismo K.
Con lo cual llegamos a una conclusión que puede parecer muy simple, pero que no está dicha: artista, literato, no es el que más vende, ni el más conocido, ni si quiera el más admirado. Es el que vive la vida según lo que hace. Si eres literato, haz literatura, si artista: arte. Lo demás es comercio. Y sí, todos amamos mucho el comercio, yo creo que me voy a dedicar al best-seller, sólo por no madrugar tantísimo.

Hilvanes y Retales dijo...

Kafka me persigue, tal vez, quizás??? Son imaginaciones mías??? Hoy ha aparecido su libro Amérika. Un amigo a quien no veía hace 7 años, en el café que hemos compartido, me ha hecho entrega de este libro...

¿?

YO, que no amo el comercio porque es el demonio que vino a corromper el mundo, prefiero dedicarme ... a madrugar ... porque sino ... no consumo ... jajajaja...

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Una anécdota, Hilvanes. Hace años, hablando con un tío mío por teléfono:
-¿Qué tal va la cosa, chaval?
-Bien, bueno, madrugando mucho, que me pego unos madrugones ...
-Eso quiere decir que la cosa funciona. Si no madrugaras es que la cosa falla.
Además, los grandes escritores madrugan mucho, para aprovechar el silencio del alba y la inspiración que viene del rocío.