"Señora mía muy amada, gran padecimiento
tuve al escribirte estos mal llamados sonetos
y harto me dolieron y costaron, pero la
alegría de ofrecértelos es mayor que una
pradera. Al proponérmelo bien sabía que
al costado de cada uno, por afición electiva
y elegancia, los poetas de todo tiempo
dispusieron rimas que sonaron como platería,
cristal o cañonazo. Yo, con mucha humildad
hice estos sonetos de madera, les di el sonido
de esta opaca y pura substancia y así deben
llegar a tus oídos. Tú y yo caminando por
bosques y arenales, por lagos perdidos, por
cenicientas latitudes, recogimos fragmentos de
palo puro, de maderos sometidos al vaivén del
agua y la intemperie. De tales suavizadísimos
vestigios construí con hacha, cuchillo, cortaplumas,
estas madererías de amor y edifiqué pequeñas
casas de catorce tablas para que en ellas vivan
tus ojos que adoro y canto. Así establecidas
mis razones de amor te entrego esta centuria:
sonetos de madera que sólo se levantaron
porque tú les diste la vida"
Era la dedicatoria de los Sonetos de madera o Cien sonetos de amor.
Esta luz, este fuego que devora.
Este paisaje gris que me rodea.
Este dolor por una sola idea.
Esta angustia de cielo, mundo y hora.
Sonetos del amor oscuro. No recuerdo a quién iban dirigidos. Pero tenían un destinatario.
Como también tenía un destinatario muchos de los versos de Cernuda, o los de Salinas, e incluso como tiene un destinatario el dibujo que no es dibujo que abre este comentario que no es sobre el amor, aunque bien pudiera parecerlo.
La búsqueda del interlocutor es una constante en la obra de Martín Gaite; al igual que la necesidad de no tener la sensación de pérdida del tiempo o la constante de la amistad. El Cuento de nunca acabar es un claro ejemplo de todo ello, así como también sus cuadernos de todo. El interlocutor que escucha se identifica siempre con aquella persona dispuesta a estar ahí con los oidos bien abiertos sin esperar nada más a cambio que la propia narración.
El dibujo que abre este comentario de invierno que aún es otoño, es una carta de una mujer a su amado que se marca de viaje.
La mujer es (c) y su amado (b). El resto son terceras personas.
Ella es una mujer yukaguir, pueblo en el norte de Siberia. Yo no sé (aún) qué dice la carta pero seguro que tiene la necesidad de la búsqueda del amor de Neruda y de la búsqueda de interlocutor de la Gaite.
Posdata; Constato que el frío es un enemigo para los huesos. Pero más horrible debe de ser vivir en Siberia con dolor de huesos y tener que utililizar ese tipo de escritura.
1 comentario:
Hilvanes!! Qué tal? Recuerdas a El Alde? Veo que sigues por aquí con mucha actividad, yo ya he vuelto después de un tiempo sabático que, la verdad, necesitaba.
Mantengamonos en contacto, pues.
Un abrazo
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