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Es, con toda seguridad, el poeta en lengua castellana más leído, querido, admirado e idolatrado de todos los tiempos, con permiso de su amigo Pablo Neruda; su obra es la más traducida de nuestra literatura, sólo por detrás de El Quijote; su nombre, famoso hasta en la Luna, es sinónimo de artista total, de hombre con los ojos y las manos pernoctando "en las últimas habitaciones de la sangre".
Todo eso es Federico García Lorca. Es, porque hoy, 72 años después de su muerte, su vida, su obra, pero sobre todo el seísmo mundial que supuso su asesinato, en la madrugada del 17 (ó el 18 de agosto) de 1936, a manos de un grupo de falangistas al servicio de la campaña de terror del comandante Valdés Guzmán, en la serranía de Víznar, muy cerca de su Granada, continúa dando sombra.
Aún hoy, y a pesar de los treinta años transcurridos tras la muerte del dictador Francisco Franco, la muerte de Federico continúa revelando no sólo la magnitud de la tragedia de la Guerra Civil española, sino también el laberinto de silencio en que se perdieron multitud de acontecimientos, de testimonios, de versos, que siguieron contando la historia tal cual fue, a pesar del miedo, a pesar del odio de una posguerra interminable.
Tal es el caso: tres poemas de Gabriel Celaya, inéditos hasta ahora, y rescatados por el profesor de la Universidad de Granada Antonio Chicharro de un fondo documental de San Sebastián, responsable también de su edición. Tres cantos en los que el por entonces joven poeta vasco (Hernani, Guipúzcoa, 1911 - Madrid, 1991) llora el fusilamiento de su maestro y amigo García Lorca, como un beso y un homenaje, un "testamento poético de la amistad y el dolor", en palabras del propio Chicharro.
Se trata de "una protesta poética", según el profesor, que servirá para honrar al granadino en el próximo aniversario de su muerte, en el mismo lugar donde se cometió el crimen, el Parque García Lorca de Alfacar (Granada), y con el actor Manuel Galiana poniendo voz a los versos de Celaya.
Una ofrenda floral en el monolito dedicado a Federico y a todas las víctimas de la Guerra Civil, así como un concierto a cargo del músico José Luis Zafra, culminarán el acto, muy cerca de la tierra donde descansa el poeta junto al maestro Dióscoro Galindo y los banderilleros anarquistas Joaquín Arcollas y Francisco Galadí; esa tierra que continúa generando polémica, ante la negativa de los herederos de Lorca a realizar cualquier trabajo de exhumación de los cuerpos. Esa tierra en la que, como cuenta el poeta Félix Grande, Federico no tuvo, ni mucho menos, una muerte plácida.
'En un lugar cualquiera, un día que no nombro'
Bajo el título general de En un lugar cualquiera, un día que no nombro se han agrupado estos tres poemas hasta ahora desconocidos de Gabriel Celaya, uno de los hombres ineludibles de esa poesía española que siguió diciendo No después de 1939, de la poesía del exilio interior, del "arma cargada de futuro", que escribiría el mismo Celaya.
Elegía del muerto juvenil (escrito en 1938) son 28 versos "desgarrados" que pintan "la joven vida truncada y la sonrisa rota" de Federico; en la segunda pieza (1947), el autor vasco desgrana el carcácter de Lorca, con el estribillo constante de "Recuerdo a Federico"; Memoria de Federico, por último (1949), narra el asesinato del genio de Fuente Vaqueros.
"No traicionamos la memoria de Celaya si damos a conocer ahora su obra", ha señalado el Chicharro, quien ha señalado al autor de Cantos Iberos (1955) como "el poeta por antonomasia de la lucha contra la censura franquista".
El director del Patronato Cultural Federico García Lorca, Alfonso Alcalá -quien ha excusado al actor Emilio Gutiérrez Caba, que no podrá acudir al acto por enfermedad-, ha expresado, por su parte, que un sentimiento festivo, pero a la vez lúgubre, impregnará el homenaje, que se cerrará con la interpretación de una selección de sonetos y canciones lorquianas.
I
Que no murió. Le mataron.
Contra la cal de una tapia luminosa
Y lo dejaron clavado.
-¡Por vuestras madres!- decía.
Y los fusiles sonaron.
En el vacío de España
Aún retumban los disparos.
-¡Por vuestras madres!- decía.
Y lo dejaron clavado diez pólvoras
asombradas./
Y una bruta voz de mando.
¡Decidme cómo, decidme,
puede ocurrir tal espanto!
¡Ay, hombres sin nombre y madre!
¡Ay, sal seca y hueso amargo!
Diez bocas estupefactas
Y un hombre que estaba al mando.
Nada más, ni nada menos.
Sólo un vacío sin llanto.
Y esta rabia que me grita
Que no murió
Le mataron.
II
¡Ay Federico García,
quién lo podía decir!
¡Ay Federico García,
muera la Guardia Civil!
Lo que en otros no envidiaban
Ya lo envidiaban en ti.
Un sepulcro como tu nombre
Y una ciudad de raíz.
La sangre que se agolpa
Quiere ahora hablar de ti.
Toda la pena de España,
todo este pus de raíz,
Y más allá de mi mismo,
El pueblo que grita en ti:
¡Ay Fererico García,
muera la Guardia Civil!
Gabriel Celaya
3 comentarios:
La importancia de un literato quizá pueda medirse tambien por la cantidad de bibliografía y demás homenajes que hay sobre su obra, superándola en cantidad.
Si alguien escribe 300 páginas, y se publican 3000 páginas en torno a su obra, es que es importante. Con Lorca sucede, como con otros -pensad en Cervantes, Shakespeare-, que mientras sus obras no superan el anaquel de una biblioteca, la bibliografía podría ocupar un edificio.
Federico fue asesinado a los 38 años. ¿Alguien ha pensado qué hubiera hecho de seguir con vida, por ejemplo, en el exilio?
Cuantas obras de teatro, cuantos poemarios, cuantos textos. Imagináos a saliendo por la tele, llegado del exilio, concediendo una entrevista, como hiciera Alberti.
El nobel se lo hubieran entregado seguro.
Muy interesante, Apple.
Un buen repaso, sí señora.
Un brindis a la memoria de Lorca.
Saludos.
"El nobel se lo hubieran entregado seguro."
Estoy totalmente de acuerdo con el príncipe.
Intensísimas palabras de Celaya.
Un abrazo, Hilvanes.
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