jueves, 14 de agosto de 2008

DON ANTONIO MACHADO TACHA EN SU AGENDA UN NÚMERO DE TELÉFONO

Este poema me lo regala esta mañana, muy temprano, como a mi gustan los poemas, a la salida del sol, ese momento de regreso a la vida, tan silencioso, donde la oscuridad se torna luz; este poema de José Hierro me lo regala el Príncipe de Arroyoluche.

Y yo lo comparto.


Doce años despues de abandonar Soria, Antonio Machado fue nombrado hijo predilecto. Doce años después de la muerte de Leonor, Machado regresa a esas tierras castellanas a quienes las letras deben tanto.

Sin embargo, Machado no sube al Espino. Machado no visitó a Leonor.

Eran los días en los cuales Machado conoce a Guiomar, a esa Pilar Valderrama que jamás abandonará a su infiel marido, la misma Pilar que jamás permitió que Antonio le besara. ¿Sería el haberse enamorado el motivo por el cuál Antonio Machado no visita la tumba de su mujer? ¿Sería el dolor que aún sentía por la ausencia jamás superada de Leonor el motivo por el cual no visitó a su mujer?

No lo sé. Pero no puedo dejar de pensar en ello.

Borra de tu memoria
este número de teléfono.
2-6-8-1-4-5-6.
Táchalo en tu agenda.
Si ahora marcaras este número que no puede escucharte,
nadie respondería. Este número sordomudo:
2-6-8-1-4-5-6.
Borra, olvídalo, tacha este número muerto:
es uno más, aunque fue único.

Las hojas de tu agenda tienen más tachaduras
que números y nombres.
Ya quedan menos a los que llamar;
apenas quedan números y nombres que te hablen
o que te escuchen: 2-6-8-1-4-5-6.
Haz todo lo que puedas para que se disuelva en tu memoria:
destrúyelo, trastuécalo:
8-6-2-4-1-5-4,
rómpele el ritmo que le correspondía:
4-5-2-6-1-8-4,
ya no lo necesitas,
no necesitas esos números, esos nombres o sombras.
2-6-8-1-4-5-6:
«¿Está Leonor?»
Y suponiendo que alguien te responda,
será otra voz la que responderá.
Baraja el número, confúndelo, desordénalo.
Así: 1-4-2-5-6-8.
«¿Está Guiomar?»
Baraja números y nombres, barájalos,
sobre todo los nombres:
«¿Está Guionor?» «¿Está Leomar?»
Silencio.
Olvida, tacha, borra, desvanece
esos nombres y números,
no intentes modelar la niebla.
resígnate a que el viento la disperse.

¡Colinas plateadas...!


José Hierro, 1991

1 comentario:

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

¿Por qué queremos tanto a ese maestro, Don Antonio? Impagable debió ser una clase suya, con la machadiana lluvia tras los cristales, melancólicas lecciones de vida, de letra y tinta.
Se deja querer, y se deja admirar porque en su poesía reside el ingrediente fundamental que hace que un poema sea Poesía y no un tratado plomizo: La Ninfa.
Coro de ninfas
jugando al corro
Verso es cada una
cada una es un beso
Y, José Hierro, no es mal homenajeador, yo en él me encuentro a mí mismo, con pocos poemas me siento tan identificado como con José Hierro:
"Llegué por el dolor a la alegría.

Supe por el dolor que el alma existe.

Por el dolor, allá en mi reino triste,

un misterioso sol amanecía".
A él le dediqué un post en Literaturitis Crónica, mi blog-manicomio de Libro de Arena:
http://www.librodearena.com/literaturitiscronica/post/2007/11/20/alegria
Me alegro que te haya gustado.