lunes, 29 de octubre de 2007

Si el alma se le iba a los pies de cada verso ...

Lectura compartida bajo las tardes silenciosas de Octubre.

Mi corazón espera

También, hacia la luz y hacia la vida,

Otro milagro de la primavera.

(A un olmo seco. Soria. 1912)



Si el alma se le iba a los pies de cada verso,

y el corazón en esa España dividida en dos,

fue en la cantada Castilla y la vieja Soria,

donde el verso convirtió en tierra,

y el amor en dolor.

Sereno, silencioso, educado, muy correcto, y prudente, muy muy prudente, no solo como los sabios acostumbran a ser sino por cuanto solo a los prudentes, la vida les niega lo que se merecen; y tan ligero de equipaje, que hasta murió sin tener a España bajo los pies de su atad.

Si, yo creo que Antonio Machado pertenece a la estirpe de los prudentes, esas raras y escasas personas a quienes la vida parece tomarlas el pelo. He releído Campos de Castilla en estos días donde parece que España es menos España que nunca, que para recordar que existe nos piden que colguemos la bandera de nuestros balcones, y paradojas de la vida: Alguien colgó una bandera fabricada por españoles? O todos habéis acudido a un bazar de importación?

D. Antonio, resumía, sabiamente, en Castilla, la verdad de España, esta España que olvida quién fue y que un día puso sus ojos en Europa y más tarde en EEUU, olvidando sus proezas y que ella, más que nadie, era en quien otras civilizaciones deban fijarse como ya se fijaron en el pasado.

Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora. ¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada? Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;
cambian la mar y el monte y el ojo que los mira. ¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerra de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra.

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,

y un huerto claro donde madura el limonero;

mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;

mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Hasta hace unos años, todos los jóvenes aprendíamos estos bellos versos de Machado en el Instituto. La serenidad que transmite en sus versos, la nobleza, y esas verdades como puños que aglutina bajo proverbios y cantares, hace de Machado un escritor indispensable y al que todos deberíamos acudir para encontrar un poso de razón y lógica en estos das.

“Señor, por quien arranco el pan con pena, sé tu poder, conozco mi cadena!”

Me llama la atención, no el paisaje con el que quizá por proximidades no me es tan ajeno, sino el carácter de sus gentes a quién Machado describe siempre como hombre malo del campo y de la aldea, capaz de insanos vicios y crímenes bestiales, que baja el pardo sayo esconde un alma fea, esclava de los siete pecados capitales. Ya lo decía D. Antonio a mi D. Miguel tras leer su Abel Sánchez “somos tierra de cainistas”.

Y como hombre prudente, hasta el amor le rozó y no le tocó.

Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.




La muerte de Leonor y la tristeza infinita que le invade, la soledad, las recoge en sus versos que sin perder la serenidad que le distingue, no puede evitar que su pena asome al borde de los versos, ¡quién sabe lo que la tierra se traga!”. “¿NO ves, Leonor, los álamos del río con sus ramajes yertos?” “Mi niña quedó tranquila, dolido mi corazón, ¡Ay, lo que la muerte ha roto era un hilo entre los dos!”


Palacio, buen amigo,

¿está la primavera

vistiendo ya las ramas de los chopos

del río y los caminos? En la estepa

del alto Duero, Primavera tarda,

¡pero es tan bella y dulce cuando llega!...

¿Tienen los viejos olmos
algunas hojas nuevas?

Aún las acacias estarán desnudas
y nevados los montes de las sierras.

¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa, allá, en el cielo de Aragón, tan bella!

¿Hay zarzas florecidas
entré las grises peñas,
y blancas margaritas
entre la fina hierba?

Por esos campanarios
ya habrán ido llegando las cigüeñas.

Habrá trigales verdes,
y mulas pardas en las sementeras,
y labriegos que siembran los tardíos
con las lluvias de abril. Ya las abejas
libarán del tomillo y el romero.

¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?

Furtivos cazadores, los reclamos
de la perdiz bajo las capas luengas,
no faltarán. Palacio, buen amigo,

¿tienen ya ruiseñores las riberas?

Con los primeros lirios y las primeras rosas de las huertas, en una tarde azul, sube al Espino, al alto Espino donde está su tierra...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Apple! Hacía tiempo que no pasaba por aquí. He decir en mi descargo que la semana pasada estuve ausente -aunque mejor me hubiera quedado en casa-. Me ha gustado mucho este pequeño homenaje a Machado y con él a los prudentes a los que la vida sigue tomando el pelo.
Besos

Hilvanes y Retales dijo...

Hola Ceci, ya sé que estuviste ausente. Gracias por seguir pasando por este pequeño cuarto de costura. Como ves, el otoño parece que le cuesta arrancar con las lecturas. Tengo un stop que parece más propio de verano que de estas tardes sosegadas de octubre. Besos