Mi querido abuelo fue comparado con Juncal. Gran parte de su vida estuvo ausente de casa por los viajes a México que realizaba acompañando a determinado torero, que ya está retirado. Tenía autentica devoción por el mundo del toro. No nos dejó bienes materiales, esos que no sirven para nada, pero sí una lección: que la vida, las circunstancias y a las personas, hay que saber torearlas.
Su verdadero horgar fue el mundo. Su idolatría, Gabriel. Su maleta, su inquietud. El último toro se lo brindó a su familia. La última banderilla fue contra el cáncer. Pero su muleta, su capa y su espada, siempre fue mi padre y eso, siempre lo llevaré en el alma.
No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre.
No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.
El otoño vendrá con caracolas,
uva de niebla y monjes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.
Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.
No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de tu boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.
Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.
Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. Lorca
1 comentario:
Hola!!!! precioso Lorca, se puede respirar el aroma a olivos en todas sus poesías. Un saludo y un gran besito!
Publicar un comentario