miércoles, 13 de junio de 2007

El caballero inexistente. Italo Calvino

Seres inexistentes

Decía Alicia en el país de las maravilla que “nunca te imagines ser diferente de lo que a los demás pudieras parecer o hubieras parecido que fueras, si les hubieras parecido que no eras lo que eres” y que la Gaite resumió magistralmente en Caperucita en Mahattan “Procura ser lo que quieras ser”. A esta última frase yo añadiría “y procuradlo a su debido tiempo”. Por este motivo nunca somos solo un único ser, sino varios: el que somos, el que creemos ser, el que nos creen los demás, el que los demás creen que deberíamos haber sido, ... y así podíamos continuar hasta toparnos en una calle cualquiera de una ciudad cualquiera con Agilulfo Emo Bertrandino de los Guildivernos y de los Otros de Corbentranz y Sura, caballero de Selimpia Citerior y Fez. Soldado al servicio de su majestad Carlomagno que no existía pero que él, creía que era sin ser.

Si bien, peor podía entenderse lo de Gurdulú, quien su nombre podía cambiar con las estaciones y que, a pesar de existir y ser, él no sabía que era y existía... -¡Ésta sí que es buena! Este súbdito que existe pero que no sabe que existe, y ese paladín mío que sa be que existe y en cambio no existe. ¡Hacen buena pareja, os lo digo yo!. “

“ Mi nombre está al final de mi viaje” afirma Agilulfo, al final de nuestros viajes estarán nuestros nombres pero también habrá otras cosas, personajes en busca de su historia....

Creemos que somos algo más que una materialidad: carne, huesos, agua, sangre y dinero en cualquier entidad bancaria en la que no tenemos plena confianza (quien tenga tal arrojo). Pero, ¿existimos de verdad o somos una proyección de alguien que nos piensa?

Ya Platón trajo esta teoría en su Caverna, y a mi me viene a la mente tras leer El caballero inexistente de Italo Calvino.

Y, Sin embargo, existimos. ¿pero somos? ¿hay que esperar algo al final del viaje de la vida que no solo sea la muerte? Pesa lo mismo el polvo enamorado de un millonario que el de un pobre?

2 comentarios:

Hipatia dijo...

Todas las preguntas de tinte existencialista conducen al eterno dilema del lugar del ser humano en el cosmos.
¿Es verdaderamente la realidad lo que vemos como tal o solo podemos hacer una interpretación? ¿Nuestra mente hace proyecciones que, probablemente, solo se acercan, pero no definen con exactitud lo que es la realidad?

No podemos asegurar nada. Hilavanes, cada vez tengo más claro lo que dacía Feynman, que todo lo que no esté rodeado de incertidumbre y de duda no puede estar acercándose a la verdad.
Para sobrevivir "notándonos", con la autocosciencia, necesitamos algún peldaño sólido, que no esté flotando sobre el agua. ¿Por qué? pues por el mismo motivo que nuestro estómago nos ata; es una cuestión biológica. Y aunque le reste poesía, misterio y encanto, nuestro cerebro es el soporte de la mente -el alma-; la biología y la física mandan, queramos o no.
Pero solo necesitamos algún peldaño; porque si todo fuesen seguridades (hay demasiadas), no nos aventuraríamos a dar ningún paso,se acabarían la exploración y la aventura.

Un día me di cuenta de que abordar cualquier cambio orgánico natural tiene repercusiones psíquicas y, por lo tanto emocionales. En ese exacto momento me tranquilicé por completo. Comprendí que estamos cambiando todo el tiempo, somos organismos dinámicos (como el universo); todo cambio deja un VACÍO, un hueco (como cuando cambias de una silla a otra); evolucionamos a medida que pasa el tiempo y vamos dejando una estela de huecos dentro de nosotros mismos que sentimos como vacío.
La vida nos está haciendo el favor de proporcionando "sitio" constantemente para nuevas enseñanzas, ideas, etc.
Para mucha gente es angustioso abandonar una creencia (o idea), que tiene atada y bien atada, sin tener otra que la substituya. Esta forma es muy segura porque no te quedas colgando de la aparente nada y con angustia. Pero a veces hay que echarle valor a la vida y no aferrarse; abordar la sensación de vacío es una aventura apasionante, porque puedes extender todos tus sentidos, escucharte en profundidad.
No sé cómo explicarme... la verdad.
La muerte de una célula crea un vacío que nuestro cerebro (físico) conoce y se traduce en la mente (abstracto).
Sinceramente, creo que percibimos nuestro potencial mental, pero todavía somos unos novatos a la hora de usarlo y hacer interpretaciones, porque no somos tan conscientes de él; estamos demasiado inmersos en un presente construído de tal forma que nos distrae, nos dispersa y nos diluye.
Quizá estemos echando toda la culpa a algo que solo la tiene en parte, por la distracción que nos procura. Deberían ensañarnos desde pequeños a "escuchar" al cuerpo, que tiene mucho que decir sobre nosotros mismos, para poderlo relacionar en la medida justa con el mundo que nos rodea.
En fin... Creo que habría que recuperar el espíritu renacentista.
Un saludo desde la Enterprise.

Hilvanes y Retales dijo...

Qué lección acabas de darme Hipatía. ¿Puedo llamarte maestra? Tengo alguien cercano que intenta instruirme en la vida así como en la filosofía y más aún en la religión. Pero yo soy una célula que no se deja guiar y no logramos que sus semillas den fruto. Yo le llamo maestro, porque para mi lo es. A él creo que le gusta, pero lo disimula. Y continúa con sus enseñanzas.

Respecto a lo del vacío y escuchar a nuestros cuerpos, y los cambios, quizá sea eso lo que me esté ocurriendo, que me pide un cambio mi ser, cambio que no sé llevar a cabo...

Besos desde el cuarto de costura...